Ejercicios espirituales
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   En general se denominan así desde el siglo XIV a los tiempos o días que se dedican a la plegaria intensa y a la penitencia, para revisar la propia vida espiritual y para pedir a Dios la gracia de la conver­sión.
   Se desarrolla está práctica con el impulso personalizante del movimiento espiritual de la "devotio moderna".
   Se extendió la costumbre de realizar estos "ejercicios espirituales" preferentemente durante el tiempo de la cuaresma. Y en muchos monasterios y ambientes eclesiásticos se consagraban varios días al silencio y a la penitencia. Por influencia e imitación de esta práctica empezó a ser frecuente que también los laicos realizaran esos ejercicios. La Iglesia, incluso, los propone como norma a determinados miembros especiales de la comunidad: a los seminaristas (c. 246. 5) a los clérigos (c. 276.2) a los religiosos (c. 66.3), a los que van a recibir la ordenación (c. 1039), incluso a los seglares piadosos (c. 770)
  
    Algunos escritos, como "El Ejercitatorio" del abad García Cisneros, del siglo XVI, daban normas para esta devoción y señalaban temas de meditación en los tiempos antiguos.
    San Ignacio de Loyola, después de su experiencia personal en Montserrat, los practicó con frecuencia y compuso un pequeño libro con un guión de meditaciones y temas para cuatro semanas que pasó a ser guía inspiradora de la ascética de la Compañía de Jesús. La prime­ra edición del librito de los ejercicios ignacianos fue hecha en 1548. Con todo, los  esos  ejercicios comenzaron siendo un tiempo de arranque y conver­sión profunda, que se hacían una vez para elegir estado y cam­biar de vida, por ejemplo, antes de ingresar en una Orden religiosa o de recibir la ordenación sacerdotal. Posteriormente se convirtieron en práctica repetida incluso anualmente.
   Por influencia jesuítica, la práctica se extendió con más sistematización en la Iglesia. Y de los ejercicios ignacianos se derivaron diversas formas, estilos y planteamientos, muchas veces asociados a la espiritualidad de cada promotor o institución animadora Así aconteció en familias familias religiosas al estilo de los franciscanos en los tiempos antiguos o al modo de los movimientos eclesiales modernos, como son los Cursillos de Cristiandad, las conferencias cuaresmales de S. Vicente de Paul o los tiempos de retiro y oración que recomiendan todos los maestros del espíritu.
  

 


 
 
 

 

 

   

 

 

En el libro de los Ejercicios ignacianos, el más seguido en el mundo por influen­cia de los jesuitas, después de 20 reglas de conducta, se ofrece un plan cristocéntrico y evangélico cautivador:
     1ª semana: Principio y fundamento. Examen de conciencia. Meditación del infierno. Confesión General.
     2ª semana: Llamamiento del rey temporal. Nacimiento del Señor. Consideración sobre los estados. De las dos banderas. Elección de estado y reforma de vida.
     3ª semana: La Pasión del Señor. De la muerte del Señor. Reglas para ordenarse en el comer. La conversión.
     4ª semana. Resurrección y apariciones. De los modos de orar. Sobre la dedica­ción al apostolado. Plan de vida.
  El librito termina con 18 "reglas para sentir con la Iglesia", que es el objetivo de los Ejercicios.